domingo, 27 de mayo de 2012

Momento de repaso

Este fin de semana mirando y admirando las fotos del viaje, pensándo y rememorándolo, no había caído aun. Pase por Madrid, Barcelona, Paris y por la siempre hermosa Andalucía, y la frutillita del postre Rumania. GUAUU

Todo fue organizado pensando y comparando un viaje a Villaguay, unas 8 horas pero un poco más largo, como 12000 km, es como media tierra. La pucha, eso si que es mucho. Es algo tan irreal.
Pero lo que más me queda, es las ganas de volver alguna otra vez. Ya se verá!!. Pero quedo un pendiente que fue la Medinat Azhara en Córdoba, era algo que quería ir si o si, de la época árabe en Andalucía, pero se me complico por un día de lluvia y por no saber que día vivía. Justo el dia que estaba y tenía programado ir, estaba cerrado.

Les dejo como despedida el disparador que me hizo querer conocer tal lugar. Tal cual me lo conto Salma.


(Sale un último grupo de turistas de ver las ruinas de Medina Azahara. el guarda cierra la puerta de entrada al recinto y luego se retira a su vivienda. va a anochecer. escuchamos el vuelo de una paloma. es blanca con una mancha negra, en forma de collar. se posa sobre la puerta alta de las ruinas. observa. camina. queda oculta tras un capitel o una columna. al reaparecer es ya Azahara).

 AZAHARA (buscando a alguien) Abderramán... Abderramán, al-nasir... tampoco hoy has venido. Mil treinta y cinco veces han florecido los almendros desde que yo me fui. Desde que yo cerré los ojos y tu mano, Abderramán, cubrió mi rostro con el último velo. Mil treinta y cinco veces he retornado a esta ciudad donde hicimos un pacto que tu estas quebrantando. Abderramán ¿donde te fuiste? ¿Donde te has escondido? si quedaran en pie las columnas de entonces, los altos minaretes, los muros recamados de entonces, pensaría que tu ibas a salir riendo, detrás de alguno de ellos. Que te habías ocultado, para jugar, como entonces... pero ¿que queda aquí de cuanto fue? piedras, añicos, piedras hechas añicos. Y mi amor... nuestro amor. Abderramán: pueden el tiempo y los hombres arruinar la ciudad más hermosa que los hombres y el tiempo conocieron, pero ni el Todopoderoso puede hacer que se acabe el amor por el que esa ciudad fue construida. Sobre ella Abderramán, para ti y para mí se detuvieron las constelaciones... gracias, amor, porque en tus manos era todo un milagro, porque a tu lado, mientras duro, me persuadiste de que la muerte no estaba invitada a nuestra fiesta, que yo era eterna y eterno tu y eterna la alegría. Gracias, amor, Abderramán por el pacto que hicimos bajo esta misma luna  que entonces plateaba los jardines, empapaba los patios de blancura, rielaba en los estanques. Nuestro pacto de la primera noche...
¡Ay que cerca estuvimos y hoy que lejos! ¿Cuantas veces debo descender todavía antes de estar de nuevo entre tus brazos? porque ninguna mujer ha sido más amada que yo, pero ninguna tampoco ha sido más amante...

Recuerdo la primera vez que te vi. Fue en el patio de los naranjos de la gran aljama: un lugar que era el corazón de Córdoba, cuando Córdoba era el corazón del mundo. Y tú, el primer califa omeya independiente de Bagdad. Convivían aquí todas las razas, todas las religiones. Venían sabios de Persia y de Bizancio, alarifes de damasco y Alejandría, músicos y poetas de los rincones más remotos, y Córdoba asombrada y asombrosa, asimilaba todo. Eras el rey del más libre y más culto de los reinos: donde el luto era blanco. Y la bandera... los reyes cristianos eran como alcaldes de aldea, y vivían como alcaldes de aldea comparados contigo. Tu recibías regalos prodigiosos de monarcas lejanos, las más bellas esclavas de todos los países... yo fui una de ellas, mi amor...
Sucedió una mañana, yo oía aquí, asustada hablar tantos idiomas... venia de Elvira, tosca en la sierra nevada. Estaba entre mis compañeras igual que una cordera aguardando el cuchillo. Se escuchaban las campanas mozárabes y las voces de los almuédanos. El aire olía a la flor de los naranjos...

Era un mundo tan nuevo para mí que llegaba desde las nieves de mi sierra... y llegaba en abril, cuando a la sombra  de tus triunfos, alrededor del patio administraban justicia los alfaquíes y sabiduría los maestros, los adinerados pujaban en subastas de códices y extrañas obras de arte, recitaban los jóvenes versos de amor, leían con las piernas cruzadas al sol los eruditos, tañían y cantaban las esclavas canciones de sus tierras, erguían las bailarinas sus pechos en la danza... yo lo miraba todo consternada igual que una cordera aguardando el cuchillo... tenía quince años y olía el aire a la flor del naranjo.
Una oleada de ruido y movimiento se produjo de pronto. El califa llegaba. Lo vi a través de muchos otros rostros. No lo había visto antes, pero supe quien era... eras tú, Abderramán, en tu pelo dorado había ya plata. Te vi sereno y dulce, pensé: "así debe ser dios"... de repente, todo el cortejo se detuvo. Tú te habías detenido al llegar a mi altura. Con un gesto apartaste la muchedumbre que nos separaba. Sin parpadear, sin sonreír, sin prisa te acercaste a mí como quien va rectamente a su sino. Lo mismo que una cordera siente el filo de un cuchillo sentí yo tu mirada. Y baje la cabeza.

ABDHERRAMAN: ¿cómo te llamas?
AZAHARA: Azahara, señor

ABD: este mañana todo huele a azahar. Este mañana todo huele a ti, bendito sea quien te llamo Azahara
AZA: flor me llamaron cuando nací, mi destino no hizo más que obedecer al nombre que me dieron.

ABD: yo hare que tu nombre jamás sea olvidado.
AZA: Medina Azahara hiciste, Abderramán, y jamás los ojos de los hombres habían visto, ni vieron, ni verán una ciudad como ella.

Todo el orbe se conjuro para obrar la maravilla. Los mares se cubrieron de bajeles que zarpaban de áfrica, siria, Italia y Grecia con presentes para medina Azahara. De Túnez y de media vinieron jaspes verdes y rosados. Cuanto quedaba de Cartago fue traído hasta aquí. Roma envió columnas. Bizancio, pórfidos y mosaicos, Tarragona, Málaga y Almería mármoles vinosos y blancos y rayados. Aquí, las piedras eran como flores y las flores eran piedras preciosas. De los artesonados colgaban gruesas perlas. Bajo los pavimentos, las acequias hacían sonar el agua de treinta y ocho modos diferentes, para exaltar o adormecer o serenar el ánimo. Más de seis mil columnas tuvo, más de quince mil...
El día que me trajiste, para que ni los pies de los esclavos que transportaban mi litera se mancharan de tierra, tapizaste el camino con polvo de oro, nardos y canela... en el aposento donde tú y yo nos encontrábamos sus altas bóvedas eran laminas de oro y plata, ahí estaba la fuente donde yo me bañaba, de jade verde incrustado en perlas, alrededor doce animales hechos de oro rojo, de cuyas bocas brotaban chorros de agua. Aquí me estrechaste, amor mío, una tarde. Me estrechaste como el héroe a su espada y mis trenzas caían desde tus hombros como dos tahalíes.

Un cristiano te reprocho amar tanto a una esclava como yo. Yo, tras la celosía, escuche tu respuesta: “si yo pudiese mandar en mi amor, quizá no la querría, pero a tanto no llega mi poder. No la amo porque sus labios sean dulces, ni brillantes sus ojos, ni sus parpados suaves. No la amo porque entre sus dedos salte mi gozo y juegue como juegan los días con la esperanza. No la amo porque su cuerpo sea para mí la única primavera. No la amo porque, al mirarla sienta en la garganta el agua y al mismo tiempo una sed insaciable. La amo sencillamente porque no puedo hacer otra cosa que amarla.”
Se llamaba Azahara esta ciudad, no podía durar mucho más que Azahara, pero ¿que nos importa?  Mi amor por ti no necesita de la vida para seguir ardiendo.

En todas las piedras ordenaste escribir tu amor por mí. Por si algún día algo terrible las quebrara, cada fragmento seria una prueba de amor.
Un día me dijiste: quisiera demostrar que nadie amo en el mundo a nadie como yo te amo a ti ¿que puede hacer?

Mirarme Abderramán, mirarme. El seños se ha fijado en la pequeñez de su esclava. Basta con eso para que mi espíritu glorifique al señor, desde aquel día ¡ay cuando llanto se ha llevado el agua! pero insististe...
Que te falta?

Córdoba es el espejo del mundo, Abderramán su más brillante adorno, tu le has dado la belleza y la paz esas dos fuentes de la sabiduría, pero hay algo que a Córdoba le falta y yo tuve antes en mi sierra de Elvira.
Dime que es y lo tendrás aquí también

No es posible, dios ha distribuido a su gusto el monte y la llanura el frio y el calor. A tu sierra la llaman la morena, a mi sierra la nevada, yo de niña, en invierno pasaba las tardes con los ojos perdidos viendo caer la nieve, en Córdoba no nieva, ni con todo tu imperio, podrías conseguir que en Córdoba nevara.
"nevara para ti Azahara, mi amor hará que nieve"

 Y cubriste de almendros el yebel alarus (lo llaman el monte de la amada) y tu sierra morena se puso blanca como una novia, blanca como la mía. la mañana en que vi tu nieve perfumada creí morir de amor, tanto que, cada año el día en que florecen los almendros, desciendo para darte las gracias... gracias por la ternura y el calor de tu nieve, Abderramán, dueño de mi, mi dueño, dueño mío...


Perdón por la transcripción. Podría haberla copiado y pegarla, pero perdería toda la emoción como la que sentí la primera vez que la leí.

1 comentario:

  1. Sin Palabras!!! mucho amor en quien lo escribio... debe ser un lugar especial para visitar. Queda para la proxima... averigua antes si está abierto... aunque vale la pena viajar tambien por lo otro que visitaste. Besossss y juntando monedas para el proximo.

    ResponderEliminar